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SHA Magazine Nutrición saludable

Por qué la carne roja no forma parte de la nutrición SHA

SHA Wellness Clinic
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1 de febrero de 2022
El consumo de carne roja está asociado a diferentes problemas de salud y su producción requiere muchos recursos naturales y es muy contaminante.

En SHA Wellness Clinic entendemos la salud no solo como la ausencia de enfermedad, sino como un estado de completo bienestar físico, mental y espiritual, en armonía con el medioambiente. Por eso, nuestro modelo de alimentación no incluye ningún producto derivado de la industria cárnica, una de las más contaminantes del planeta.

Nutrición sostenible

El modelo de producción de la industria cárnica demanda una cantidad ingente de recursos y es muy contaminante. Es decir, no es sostenible.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la alimentación animal consume el 95 % de la producción mundial de soja y el 44 % de la de cereales, y, según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, la mitad de la pesca mundial se utiliza para elaborar piensos.

Más datos: la producción animal consume 25 veces más recursos energéticos y naturales que los necesarios para producir la misma cantidad de proteína vegetal; por cada 16 kilos de cereales y legumbres empleados en alimentar al ganado vacuno solo se obtiene un kilo de carne; 10 hectáreas de legumbres podrían alimentar a 61 personas al día, mientras que la misma superficie destinada al ganado, solo proporciona alimento a dos personas; una hectárea de soja produce cinco kilos de proteína vegetal que alimentarían a 70 personas en un día, pero la misma cantidad de soja destinada al ganado proporciona medio kilo de carne, es decir, la ración diaria para tres o cuatro personas. En definitiva, la producción ganadera consume una cantidad de alimento equivalente a las necesidades calóricas de 8.700 millones de personas, un número superior a la población mundial actual.

Por otra parte, el agua, un recurso imprescindible para la vida, es cada vez más escasa. Para obtener un kilo de carne, arroz o trigo se requieren, respectivamente, 20.000, 454 y 227 litros de agua. Además, la producción ganadera contamina el agua diez veces más que los humanos y tres veces más que la industria. Cada segundo se producen 125 toneladas de residuos procedentes de la ganadería industrial y la industria cárnica, contaminando los ríos y produciendo gases tóxicos, como amoníaco, metano y dióxido de carbono, que afectan a la capa de ozono y contribuyen al efecto invernadero. Cada año se talan 300.000 kilómetros cuadrados de bosque para crear tierras de pastoreo donde criar ganado, lo que acelera la desertización del planeta. Todos estos datos corroboran algo que ya sabíamos: lo que comemos no solo tiene un impacto directo en nuestra salud, sino también en el medioambiente.

Alimentación saludable

En 2015, la Organización Mundial de la Salud publicó un informe que relacionaba el consumo habitual de carne roja y carne procesada con el aumento del riesgo de sufrir diferentes tipos de enfermedades cardiovasculares, como la hipertensión o el colesterol, y el cáncer correctal. Si bien es cierto que dicho informe no desaconsejaba su consumo, sí recomendaba moderarlo a una o dos veces por semana. Mario López, nutricionista de SHA Wellness Clinic, explica que “el modelo de nutrición SHA no incluye la carne porque solo utilizamos alimentos que sabemos que no generan ningún impacto negativo en la salud y que permiten al organismo recuperarse, regenerarse y depurarse de manera natural. Por eso, está basado en cereales integrales, legumbres, frutas y verduras de temporada, semillas, frutos secos y algas, es decir, en aquellos alimentos que proporcionan al organismo los nutrientes necesarios para que pueda funcionar correctamente, pero sin ninguno de los problemas de salud asociados al consumo de carne”.

Si estás pensado en dejar de comer carne roja, debes sustituir sus nutrientes por otros de origen vegetal. Como nos cuenta Mario, “la carne es fuente de proteínas (representan casi el 20 % de su peso), grasas saturadas, vitaminas del complejo B y minerales, como el hierro, el zinc, el potasio o el fósforo. Si has decidido suprimirla de tu dieta, debes aumentar el consumo de proteínas de origen vegetal, que encontrarás en los frutos secos, los cereales integrales, las legumbres y sus derivados, como el tofu, el tempeh o el seitán. Cada uno de estos grupos de alimentos contiene aminoácidos, pero no los suficientes para que el organismo forme su propia proteína, de ahí que sea necesario combinar, por lo menos, dos de ellos en el mismo día. Las grasas las obtendrás del aceite de oliva, el aguacate, los frutos secos, como las almendras y las avellanas, las semillas, como las de soja o chía, y el pescado azul. Las verduras de hoja verde, como las acelgas o las espinacas, las algas, los cereales integrales, como el mijo, y los frutos secos, como las nueces, son una buena fuente de minerales. Eso sí, es importante que aumentes el consumo de vitamina C porque favorece la absorción del hierro de origen vegetal”.

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